Entrevista en la costa africana
ENTREVISTA EN LA COSTA AFRICANA
(Crónica de un encuentro con piratas)
Por Carlus H. (Corresponsal de Michingonada)
I
Berlín, Alemania, 7 de octubre de 2009. El día sábado 3 de septiembre del presente año, como a eso de las nueve de la mañana, me despertó de un sueño profundo el escandaloso timbre del teléfono. Tenía ya rato sonando, pero no me había querido levantar para nada porque apenas había podido conciliar el sueño tres horas antes, como consecuencia de una pachanga de antología en la que había tomado parte en la sección oriental de Berlín, ciudad en la que habito desde hace más de dos años. Había bebido tanto alcohol, que apenas sé cómo me pude levantar y llevar el auricular hasta mi oreja.
-Ja, Hallo...-dije, más muerto que vivo.
-¿Carlos?- me contestó una voz aguardientosa al otro lado de la línea. Reconocí de inmediato el acento mexicano.
-Sí…-contesté desganado.
-Soy Michi-gon. Tengo una misión para ti en las costas de África, cerca de Ghana.
Lo totalmente surrealista e inesperado de sus palabras me despertaron de repente. “Este güey se volvió loco”, pensé.
-No mames… –alcancé a decir.
-Así es, todo está listo si decides aceptar.
El tono de su expresión me recordó a alguien.
-¿Quién te crees, cabrón? ¿El pinche padrote de “Los ángeles de Charlie”, o qué pedo?
-¿Y tú quién? ¿La pinche Cameron Díaz?
Me di cuenta que la había cagado. Me callé durante un rato mientras él se reía y luego cambié el curso de la plática.
-A ver, a ver… ¿Cómo está eso de que quieres que me vaya a África? ¿De dónde salió esa mamada?
-Mira, no es tan complicado de entender –me contestó. La cuestión es que en el mapa internacional de Michingonada detectamos una señal de contacto cerca de las costas de Ghana y hace poco logramos comunicarnos con los cuates que desde allá han estado revisando la página. Se trata de unos pinches piratas somalíes que están medios locos pero que aceptaron la posibilidad de una entrevista. Te queremos enviar como corresponsal.
A esa altura de la conversación no me quedaba ya la menor duda de que ese güey estaba más grifo que la chingada y solamente estaba jugando conmigo. Me encabroné un poco.
-Oye cabrón, si no me equivoco son las putas dos de la mañana allá en México –le dije. Cómo se te ocurre gastar tu pinche dinero haciendo estas llamadas tan pendejas. Por más pasado que estés, digo, la neta no tiene sentido que hagas esto, güey.
-Mira, no se trata de ninguna broma –me aclaró. Si te llamé a esta hora fue tan sólo porque ya es de día en Alemania y sé que te podía encontrar…
-Aunque así haya sido, cabrón –lo interrumpí. ¿Para qué me llamas diciendo estas pinches mariguanadas?
-¡Oh, qué la chingada! –dijo medio desesperado. Que no es ninguna pinche mariguanada ni nada por el estilo, cabrón. Si aceptas, te mandamos para África y nos haces la entrevista y ya. Es más, para que me creas, mañana deposito la lana en tu cuenta.
-¡Ay cabrón! ¿Y de dónde vas a sacar esa lana? ¿Has estado vendiendo mota o qué?
-Michingonada ha crecido en serio –dijo sin titubear. Cada vez tenemos más lectores y los anunciantes han empezado a caer en masa. Por eso nos podemos dar el lujo de mandar un corresponsal a África.
-Bueno, ¿y por qué yo? –pregunté, metiéndome ya de lleno a la charla que hace un instante me parecía delirante.
-Pues porque eres el único que conozco que está del otro lado del charco. Nos sale más barato mandar a una persona desde allá que desde acá…
-A dos, dirás.
-¿Cómo que a dos? –me preguntó.
-No creas que me voy a ir hasta ese pinche continente así como pendejito, allí solo. Ni madres, me voy con un cuate… -en ese instante reflexioné. Oye, ¿qué pinche idioma hablan los somalíes?
-Tienen tres lenguas: el somalí, el árabe y el italiano.
-Bueno, cabrón, por lo menos hablan italiano. Yo puedo un poco. Pero conozco a alguien que habla chingón el árabe, así que ya la hicimos. Entonces dos, como te digo.
-Bueno, pues, ya ni pedo, dos. Pero no vayan a desviarse por el camino y se queden chupando y echando desmadre por otra parte…
-Cabrón, soy profesional –le dije medio indignado. Además, lo que no entiendo es por qué los piratas esos están hasta Ghana. ¿Somalia queda hasta el otro lado del cuerno, no? –comenté, sacando a relucir mis pocos conocimientos geográficos.
-Así es, cabrón. Esa es otra cosa que nos intriga. Pues ya nos lo dirás tú.
-Bueno, va. Si para mañana no está el pinche dinero en la cuenta, mejor vete despidiendo de tu corresponsal.
Y así nos quedamos platicando un rato más, acordando la suma de dinero y otras cosas necesarias. Luego colgué. Me quedé un rato pensativo, pero la verdad es que todavía estaba medio borracho. Me dormí al instante.
II
El miércoles 7 de septiembre partí en avión, junto con mi compañero de viaje Michael (se pronuncia Mijael), con destino al aeropuerto de Accra, en Ghana. Una vez que llegamos allí nos trasladamos en camión al puerto más cercano, que quedaba como a una hora de camino. Como todos hablaban inglés, pudimos llegar sin dificultad hasta la zona de autobuses y tomar uno casi sin contratiempos. Llegando al puerto había que esperar todavía un tiempo más en un sitio que los piratas habían indicado, hasta que un tipo se acercara y nos dijera algo en italiano. Esa sería la señal para seguirlo y tomar una lancha que nos llevaría hasta el barco, el cual en realidad estaba situado muy lejos de la costa, en aguas internacionales, para evitar cualquier enfrentamiento con las policías marítimas de los diversos países.
El pinche Michael estaba bien contento. Era la primera vez que se encontraba en África (también yo) y nunca se había imaginado que dicho viaje lo haría gratis. Apenas le propuse lo de la mariguanada de entrevista y aceptó de putazo. Para mí mejor, porque el cabrón era un pinche políglota de miedo. Además del alemán y del inglés, ambas sus “lenguas maternas”, el cabrón dominaba el francés, el árabe (el cual había estudiado en la universidad) y masticaba algo de español.
-Ya ves, pinche Micha –le dije–, de algo te sirvió aprender tantos idiomas.
-Sí, ya lo creo –me dijo con su acentote alemán. Pero hay que aprovechar para estar desmadres –en verdad quiso decir “echar desmadre”, pero apenas empezaba a dominar el mexicano.
-Pues no te me emociones tanto, cabrón –le dije. Primero lo primero. Hay que chambear un rato y después a ver a qué pinche congal africano nos lanzamos. ¿Okay?
-Okay –respondió.
Y ahí nos quedamos un rato sentados sobre un malecón, mirando a veces al mar y otras hacia la multitud, donde de vez en cuando pasaban unos culitos ghanenses de mega lujo.
-¿A poco tú no chingarías esas nalgas, pinche Micha?
-Yo creo que sí. Yo me las chingo –dijo, experimentando por primera vez la polisemia de la palabra chingar.
-Pinche jarioso de mierda –le solté, y me puse a reír dándome cuenta de que él apenas si me entendía.
Al poco rato se nos acercó un señor alto y fornido, con una vestimenta y un sombrero blanco que contrastaba con su piel totalmente oscura. Portaba unos lentes negros.
-Buongiorno signori – nos dijo.
-Buon giorno –le contesté, volteando repentinamente, porque en ese momento miraba hacia el océano.
Los dos nos pusimos de madrazo de pie y nos quedamos viendo sin saber qué onda. El cuate nos hizo una seña con la mano y lo seguimos sin preguntar nada más. El tipo rodeó el pequeño malecón y luego bajó por unas escaleras de piedra, hasta llegar a un espacio plano, rodeado de rocas puntiagudas donde se estrellaba sin tanta fuerza el agua del mar. Allí nos aguardaban sobre una lancha de motor dos pinches rambos negros, de casi dos metros de altura, cada uno con una metralleta en la mano. Nos quedamos viéndonos el uno al otro totalmente pasmados, pensando al mismo tiempo “aquí ya nos chingaron todititos”.
-Andiamo, andiamo presto –dijo el señor del sombrero blanco y lentes oscuros y no quedó de otra más que ponerse a caminar con un puta madral de miedo encima y subirse a la lancha sin chistar siquiera.
-Con que no nos quieran coger estos pinches negros –le dije a Michael al oído–, porque la neta yo prefiero echarme al mar y morir allí ahogado.
-Silenzio –nos reprendió el tipo del sombrero y nos quedamos callados durante todo el trayecto, que resultó ser demasiado largo.
Al cabo de tres horas de viaje se divisó un barco en el horizonte. Hasta nuestros oídos llegaba un sonido distorsionado que no alcanzábamos a distinguir del todo bien. Al acercarnos más nos dimos cuenta de que se trataba de música, específicamente de una cumbia colombiana. Nos sorprendimos un chingo, pero igual no dijimos nada por miedo a volver a ser reprendidos.
La lancha se paró al lado del barco y pronto lanzaron una escalerilla desde la cubierta. El cuate del sombrero se paró, pero los pinches rambos negros se quedaron allí sentados. Pronto empezó a subir por la escalerilla y nosotros pensamos que lo teníamos que seguir, pero al intentarlo uno de los dos tipos con metralleta se paró en frente de nosotros y nos impidió el paso. Nos detuvimos en seco y luego nos sentamos. “Ya valió madres”, me repetía una y otra vez en silencio, viendo entristecido al pinche Michael. “Aquí nos secuestran y nos cogen. Pinche Michi-gon de mierda, para qué acepté este puto trabajo”.
Durante media hora no pasó ni madres. Nosotros ya estábamos que nos llevaba la chingada y además pegaba un sol de mierda sobre nuestras cabezas y no teníamos ni con qué cubrirnos. Lo único que habíamos llevado eran dos pinches mochilitas, una cada uno, que cargábamos sobre los hombros, con alguna ropa adentro, pero ninguna gorra ni sombrero. Michael ya medio desesperado abrió su mochila y sacó una playera que se puso sobre la cabeza, que para ese momento le ardía hasta la chingada, pues la tenía toda rapada y era más blanco que nada. La cosa es que ya pasado un buen rato se asomó por la escotilla el cabrón del sombrero blanco y nos gritó que subiéramos. Sin esperar más, ni ver el rostro de los dos piratas bien mamados que nos custodiaban, nos paramos y comenzamos a subir por la escalerilla. Mientras ascendíamos nos dimos cuenta que la música había dejado de reproducir un ritmo latinoamericano y ahora se dejaba escuchar un compás africano que desconocíamos del todo, pero que igual motivaba a danzar.
Una vez ya en la cubierta salió a nuestro encuentro un mulato de estatura mediana que hablaba inglés.
-Welcome, Michi-gon –me dijo abriéndome los brazos, pensando que yo era el güey que lo contactó desde México.
Yo recibí el abrazo gustoso, sin dar ninguna explicación de mi identidad, pues era la primera muestra de afecto que recibía desde hacía un buen rato y no quería que una impertinencia mía rompiera el encanto.
-This is your home Michi-gon. Do what you fucking want –me dijo, con ese acento de inglés africano, tan difícil de entender al principio.
-Thank you very much mister X –así me habían dicho que lo tenía que nombrar. I appreciate your words. Here is my partner. He comes from Germany.
-From Germany! What the fuck! You’re welcome too –y lo abrazó igualmente.
La verdad es que al comienzo me sorprendió mucho ese recibimiento tan efusivo que contrastaba con el trato frío y seco del cuate de sombrero blanco, el cual seguía parado al lado de nosotros, impasible, sin hacer siquiera un gesto. Pronto me di cuenta, sin embargo, que el dichoso Mister X olía fuertemente a alcohol. Se veía que tenían un pinche guateque del demonio, en el piso inferior del barco.
-Come in, follow me –nos dijo el pinche Mister X y se introdujo por la puerta que conducía a los pisos inferiores, a donde lo seguimos contentos.
Cuando llegamos al lugar exacto nos quedamos con la boca abierta. ¿Ese era un pinche barco pirata? ¡No me chinguen! Parecía más bien una pinche mezcla entre un casino de las vegas y un burdel de lujo. Allí había pieles de todos los colores y sabores, vestidas de la manera más elegante, que de sólo verlas se le paraba a uno el corazón. El pinche Michael y yo no pudimos reprimir la sonrisa que se extendió de oreja a oreja por nuestros rostros y que delató en seguida todas nuestras intenciones más perversas. El Mister X se cagó de la risa al ver nuestras caras maliciosas.
-Choose your girls, boys, choose your girls –nos gritaba entre carcajadas.
El pinche Michael estuvo a punto de bajarse ahí mismo los calzones, ya sin ningún pudor y valiéndole madres quién estuviera presente, para agarrar a la primera muchacha que se encontrara y fornicar con ella a la vista de todos, si no lo hubiera retenido de pronto, recordándole cierta prudencia.
-Espérate cabrón, si no es una orgía –le dije. Se me hace que cada quien se las lleva a su camerino.
Y el pinche Mister X ratificó mi sentencia diciéndole al Micha, “take it easy boy, take it easy”. Primero nos presentó con todos los “piratas”, los cuales sin excepción eran de piel oscura, y luego con las chicas que, como ya dije, eran de todos los sabores y colores. Pronto cada quien eligió la suya (Michael una negra azabache con un culo que estaba a punto de reventar el pantalón que lo resguardaba; yo, con una pelirroja de uno ochenta que si no te fijabas te sacaba un ojo con las chichis) y nos pusimos a beber y a platicar como podíamos, mezclando a lo pendejo palabras en todos los idiomas para hacernos entender lo mejor posible. La cuestión es que lo que tenía que suceder sucedió y cuando salimos de los camerinos donde nos habíamos revolcado como cerdos, allí estaba el grandioso Mister X (para nosotros ya grandioso para ese momento por lo que nos había regalado), con uno de esos rambos negros que los escoltaba con una metralleta imponente. Entonces nos dijo (a partir de este momento reproduzco la conversación solamente en español, para evitar cualquier barbarismo):
-¿Se divirtieron, muchachos? –nos preguntó serio.
-Pues nada más véanos nuestras caras Mister X –le contesté. Me cae que sí se lució, muchas gracias. ¿No sé si quiera de una vez comenzar la entrevista que teníamos planeada, o la postergamos para otro momento?
-No va a haber otro momento –nos dijo. Debe de ser ahorita.
La respuesta nos sorprendió un poco. Su rostro estaba algo cambiado, no tan alegre como poco tiempo atrás. Sea como sea, sin detenernos a pensar mucho en ese cambio repentino, lo seguimos hasta la proa donde había algunos asientos dispuestos. Los tres nos sentamos (el escolta se quedó parado).
-Antes que nada Mister X –le dije–, tengo que confesarle algo.
Mister X se quedó viéndome un tanto intrigado.
-La verdad es que yo no soy Michi-gon, sino tan sólo un corresponsal del diario que él dirige, Michingonada. Creo que es mejor que lo sepa de una vez, para evitar cualquier confusión posterior.
-¿Cómo, no eres Michi-gon? ¿Entonces este güey (en verdad dijo guy) no es tampoco el Meiners?
-No, para nada. Él se llama Michael. Los dos venimos sólo como corresponsales, para hacerle una entrevista exclusiva.
-¿Entonces ustedes se comieron a las dos chicas que estaban destinadas para ellos?
-Pues la verdad lo hicimos sin saber que nada más eran para ellos, Mister X –le dije.
-Pues, bueno –nos dijo–, eso es lo de menos. Si los güeyes no vinieron es su pedo (en realidad, dijo problem), no de ustedes. Ustedes las disfrutaron y lo demás es historia… Pero, a ver, díganme, ¿para qué quieren una entrevista con nosotros?
-Bueno, lo que sucede es que entre los editores de Michingonada generó un poco de extrañeza el encontrar en el mapa internacional una señal proveniente de la costa africana. Por eso se comunicó Michi-gon con ustedes, para saber qué les hizo interesarse por la página de Michingonada.
-¿Eso es todo?
-No, no sólo. El hecho es que al saber que se trataba de piratas somalíes nos pareció interesante entrevistarlos para saber por qué se dedican a esta actividad y cuáles son sus intenciones o planes a futuro y publicar, por supuesto, todo eso en el periódico.
-Ah, okay, lo entiendo.
-Entonces díganos, Mister X –intervino repentinamente Michael, que hasta ese momento había permanecido callado. ¿Por qué se interesó por la página de Mis chingones?
-Sinceramente yo he revisado pocas veces esa página. Quien la ha checado más es uno de los muchachos que sabe algo de español. La cuestión es que, según sé, el chico estaba tratando de encontrar una página porno de chicas de Michigan, pero al estarlo haciendo escribió mal el nombre del lugar y puso Michigon, por lo que apareció de repente en el buscador la opción de la página de Michingonada, a la cual se metió porque reconoció palabras en español. Desde entonces la revisa de vez en cuando, porque dice que en ocasiones tiene cosas chistosas, pero obviamente yo no entiendo nada. Lo que sí, es que cuando Michi-gon hizo el contacto con nosotros, me comentó lo de una entrevista y como el güey me cayó simpático, pues se la concedí. Eso ayudará también a cambiar la percepción que la gente tiene de nosotros. Porque gracias a la medios de comunicación se nos ve como unos monstruos desalmados, pero no somos nada de eso.
-Así que sus piratas se dedican a revisar páginas pornos por internet.
-¿Y para qué otra cosa sirve el internet? Además, la vida de un pirata es muy solitaria…
-Ahí sí discúlpeme, Mister X –interrumpió Michael–, pero eso de “vida solitaria” como que no se lo creo. ¿Y todas estas chicas y el ambiente de casino? Como que esto no luce muy triste…
-Sí, claro – dijo Mister X. ¿Pero de dónde crees que sale todo eso? Hay que chambearle (en verdad, usó la palabra work) para luego darse estas escapaditas. Durante la mayor parte del año nos la pasamos robándole el petróleo a los barcos de las grandes empresas, para luego venderlo en el mercado negro. De ahí, con lo que se junta, nos agarramos dos meses para recorrer toda África, yendo puerto por puerto, eligiendo a las mejores muchachas de cada lugar y dándonos la gran vida durante este tiempo. Pero, después, regresamos al trabajo, que es muy duro.
-Ah, canijos –le dije. O sea que ustedes son piratas durante diez meses del año y después, los siguientes dos, se montan su burdel particular con chicas de todo el continente. No, pues eso sí que es una buena idea… Por eso los encontramos ahora en Ghana.
-Así es, pero esto ya llega a su fin. Justo Michi-gon nos localizó cuando estábamos al final de nuestro recorrido. Ahora tenemos que regresar a Somalia, porque allí uno puede hacer lo que se le hinche a uno la gana. Casi como en México, mi estimado, con el Felipe Calderón.
-O sea que, a pesar de haber revisado poco la página, le ha servido de algo la información de Michingonada –le comenté.
-Pues ya ve, mi buen, para algo ha servido leer esa página. Con la información que nos dan, ya hasta se nos está antojando ir a trabajar allá. Imagínese, le robamos el petróleo al pinche PEMEX que ya está casi privatizado, los vendemos, y luego nos vamos dos meses de puerto en puerto, recogiendo a las mejores chicas de Latinoamérica. ¿Qué le parece?
Al pinche Michael y a mí se nos pusieron los ojos cuadrados de pura alegría.
-No, pues la neta si lo hace, cuente con nosotros de inmediato como nuevos piratas –intervine.
-Yo hasta hago base en Brasil y Argentina –dijo el pinche Michael, nada pendejo.
El Mister X se cagó de la risa de nuevo.
-¡Ah, qué muchachos estos! Pues dicho y hecho. Si tomamos la decisión les informamos de inmediato. ¿Acordado?
-¡Acordado! –dijimos los dos al unísono, como si ya fuéramos piratas y estuviéramos bajos sus órdenes.
Así terminó la breve entrevista con Mister X, capitán de un barco diez meses pirata y dos meses burdel marítimo. Durante la noche que permanecimos ahí nos trataron muy bien y al día siguiente nos condujeron al mismo puerto de donde habíamos zarpado el día anterior. Nos quedamos todavía una semana más en Ghana y disfrutamos mucho de ese bello país africano. Luego regresamos a Alemania, cada quién a sus actividades. Nos encontramos sólo una o dos veces por semana, pero cada que lo hacemos nos preguntamos si alguno de los dos ha recibido información sobre el proyecto de piratería en las costas de México. Hasta la fecha no hemos recibido nada, pero la verdad es lo único que esperamos con todo el corazón durante el transcurso del tiempo. Como dicen en Peter Pan: no cabe duda que la de un pirata es la vida mejor.
(Crónica de un encuentro con piratas)
Por Carlus H. (Corresponsal de Michingonada)
I
Berlín, Alemania, 7 de octubre de 2009. El día sábado 3 de septiembre del presente año, como a eso de las nueve de la mañana, me despertó de un sueño profundo el escandaloso timbre del teléfono. Tenía ya rato sonando, pero no me había querido levantar para nada porque apenas había podido conciliar el sueño tres horas antes, como consecuencia de una pachanga de antología en la que había tomado parte en la sección oriental de Berlín, ciudad en la que habito desde hace más de dos años. Había bebido tanto alcohol, que apenas sé cómo me pude levantar y llevar el auricular hasta mi oreja.
-Ja, Hallo...-dije, más muerto que vivo.
-¿Carlos?- me contestó una voz aguardientosa al otro lado de la línea. Reconocí de inmediato el acento mexicano.
-Sí…-contesté desganado.
-Soy Michi-gon. Tengo una misión para ti en las costas de África, cerca de Ghana.
Lo totalmente surrealista e inesperado de sus palabras me despertaron de repente. “Este güey se volvió loco”, pensé.
-No mames… –alcancé a decir.
-Así es, todo está listo si decides aceptar.
El tono de su expresión me recordó a alguien.
-¿Quién te crees, cabrón? ¿El pinche padrote de “Los ángeles de Charlie”, o qué pedo?
-¿Y tú quién? ¿La pinche Cameron Díaz?
Me di cuenta que la había cagado. Me callé durante un rato mientras él se reía y luego cambié el curso de la plática.
-A ver, a ver… ¿Cómo está eso de que quieres que me vaya a África? ¿De dónde salió esa mamada?
-Mira, no es tan complicado de entender –me contestó. La cuestión es que en el mapa internacional de Michingonada detectamos una señal de contacto cerca de las costas de Ghana y hace poco logramos comunicarnos con los cuates que desde allá han estado revisando la página. Se trata de unos pinches piratas somalíes que están medios locos pero que aceptaron la posibilidad de una entrevista. Te queremos enviar como corresponsal.
A esa altura de la conversación no me quedaba ya la menor duda de que ese güey estaba más grifo que la chingada y solamente estaba jugando conmigo. Me encabroné un poco.
-Oye cabrón, si no me equivoco son las putas dos de la mañana allá en México –le dije. Cómo se te ocurre gastar tu pinche dinero haciendo estas llamadas tan pendejas. Por más pasado que estés, digo, la neta no tiene sentido que hagas esto, güey.
-Mira, no se trata de ninguna broma –me aclaró. Si te llamé a esta hora fue tan sólo porque ya es de día en Alemania y sé que te podía encontrar…
-Aunque así haya sido, cabrón –lo interrumpí. ¿Para qué me llamas diciendo estas pinches mariguanadas?
-¡Oh, qué la chingada! –dijo medio desesperado. Que no es ninguna pinche mariguanada ni nada por el estilo, cabrón. Si aceptas, te mandamos para África y nos haces la entrevista y ya. Es más, para que me creas, mañana deposito la lana en tu cuenta.
-¡Ay cabrón! ¿Y de dónde vas a sacar esa lana? ¿Has estado vendiendo mota o qué?
-Michingonada ha crecido en serio –dijo sin titubear. Cada vez tenemos más lectores y los anunciantes han empezado a caer en masa. Por eso nos podemos dar el lujo de mandar un corresponsal a África.
-Bueno, ¿y por qué yo? –pregunté, metiéndome ya de lleno a la charla que hace un instante me parecía delirante.
-Pues porque eres el único que conozco que está del otro lado del charco. Nos sale más barato mandar a una persona desde allá que desde acá…
-A dos, dirás.
-¿Cómo que a dos? –me preguntó.
-No creas que me voy a ir hasta ese pinche continente así como pendejito, allí solo. Ni madres, me voy con un cuate… -en ese instante reflexioné. Oye, ¿qué pinche idioma hablan los somalíes?
-Tienen tres lenguas: el somalí, el árabe y el italiano.
-Bueno, cabrón, por lo menos hablan italiano. Yo puedo un poco. Pero conozco a alguien que habla chingón el árabe, así que ya la hicimos. Entonces dos, como te digo.
-Bueno, pues, ya ni pedo, dos. Pero no vayan a desviarse por el camino y se queden chupando y echando desmadre por otra parte…
-Cabrón, soy profesional –le dije medio indignado. Además, lo que no entiendo es por qué los piratas esos están hasta Ghana. ¿Somalia queda hasta el otro lado del cuerno, no? –comenté, sacando a relucir mis pocos conocimientos geográficos.
-Así es, cabrón. Esa es otra cosa que nos intriga. Pues ya nos lo dirás tú.
-Bueno, va. Si para mañana no está el pinche dinero en la cuenta, mejor vete despidiendo de tu corresponsal.
Y así nos quedamos platicando un rato más, acordando la suma de dinero y otras cosas necesarias. Luego colgué. Me quedé un rato pensativo, pero la verdad es que todavía estaba medio borracho. Me dormí al instante.
II
El miércoles 7 de septiembre partí en avión, junto con mi compañero de viaje Michael (se pronuncia Mijael), con destino al aeropuerto de Accra, en Ghana. Una vez que llegamos allí nos trasladamos en camión al puerto más cercano, que quedaba como a una hora de camino. Como todos hablaban inglés, pudimos llegar sin dificultad hasta la zona de autobuses y tomar uno casi sin contratiempos. Llegando al puerto había que esperar todavía un tiempo más en un sitio que los piratas habían indicado, hasta que un tipo se acercara y nos dijera algo en italiano. Esa sería la señal para seguirlo y tomar una lancha que nos llevaría hasta el barco, el cual en realidad estaba situado muy lejos de la costa, en aguas internacionales, para evitar cualquier enfrentamiento con las policías marítimas de los diversos países.
El pinche Michael estaba bien contento. Era la primera vez que se encontraba en África (también yo) y nunca se había imaginado que dicho viaje lo haría gratis. Apenas le propuse lo de la mariguanada de entrevista y aceptó de putazo. Para mí mejor, porque el cabrón era un pinche políglota de miedo. Además del alemán y del inglés, ambas sus “lenguas maternas”, el cabrón dominaba el francés, el árabe (el cual había estudiado en la universidad) y masticaba algo de español.
-Ya ves, pinche Micha –le dije–, de algo te sirvió aprender tantos idiomas.
-Sí, ya lo creo –me dijo con su acentote alemán. Pero hay que aprovechar para estar desmadres –en verdad quiso decir “echar desmadre”, pero apenas empezaba a dominar el mexicano.
-Pues no te me emociones tanto, cabrón –le dije. Primero lo primero. Hay que chambear un rato y después a ver a qué pinche congal africano nos lanzamos. ¿Okay?
-Okay –respondió.
Y ahí nos quedamos un rato sentados sobre un malecón, mirando a veces al mar y otras hacia la multitud, donde de vez en cuando pasaban unos culitos ghanenses de mega lujo.
-¿A poco tú no chingarías esas nalgas, pinche Micha?
-Yo creo que sí. Yo me las chingo –dijo, experimentando por primera vez la polisemia de la palabra chingar.
-Pinche jarioso de mierda –le solté, y me puse a reír dándome cuenta de que él apenas si me entendía.
Al poco rato se nos acercó un señor alto y fornido, con una vestimenta y un sombrero blanco que contrastaba con su piel totalmente oscura. Portaba unos lentes negros.
-Buongiorno signori – nos dijo.
-Buon giorno –le contesté, volteando repentinamente, porque en ese momento miraba hacia el océano.
Los dos nos pusimos de madrazo de pie y nos quedamos viendo sin saber qué onda. El cuate nos hizo una seña con la mano y lo seguimos sin preguntar nada más. El tipo rodeó el pequeño malecón y luego bajó por unas escaleras de piedra, hasta llegar a un espacio plano, rodeado de rocas puntiagudas donde se estrellaba sin tanta fuerza el agua del mar. Allí nos aguardaban sobre una lancha de motor dos pinches rambos negros, de casi dos metros de altura, cada uno con una metralleta en la mano. Nos quedamos viéndonos el uno al otro totalmente pasmados, pensando al mismo tiempo “aquí ya nos chingaron todititos”.
-Andiamo, andiamo presto –dijo el señor del sombrero blanco y lentes oscuros y no quedó de otra más que ponerse a caminar con un puta madral de miedo encima y subirse a la lancha sin chistar siquiera.
-Con que no nos quieran coger estos pinches negros –le dije a Michael al oído–, porque la neta yo prefiero echarme al mar y morir allí ahogado.
-Silenzio –nos reprendió el tipo del sombrero y nos quedamos callados durante todo el trayecto, que resultó ser demasiado largo.
Al cabo de tres horas de viaje se divisó un barco en el horizonte. Hasta nuestros oídos llegaba un sonido distorsionado que no alcanzábamos a distinguir del todo bien. Al acercarnos más nos dimos cuenta de que se trataba de música, específicamente de una cumbia colombiana. Nos sorprendimos un chingo, pero igual no dijimos nada por miedo a volver a ser reprendidos.
La lancha se paró al lado del barco y pronto lanzaron una escalerilla desde la cubierta. El cuate del sombrero se paró, pero los pinches rambos negros se quedaron allí sentados. Pronto empezó a subir por la escalerilla y nosotros pensamos que lo teníamos que seguir, pero al intentarlo uno de los dos tipos con metralleta se paró en frente de nosotros y nos impidió el paso. Nos detuvimos en seco y luego nos sentamos. “Ya valió madres”, me repetía una y otra vez en silencio, viendo entristecido al pinche Michael. “Aquí nos secuestran y nos cogen. Pinche Michi-gon de mierda, para qué acepté este puto trabajo”.
Durante media hora no pasó ni madres. Nosotros ya estábamos que nos llevaba la chingada y además pegaba un sol de mierda sobre nuestras cabezas y no teníamos ni con qué cubrirnos. Lo único que habíamos llevado eran dos pinches mochilitas, una cada uno, que cargábamos sobre los hombros, con alguna ropa adentro, pero ninguna gorra ni sombrero. Michael ya medio desesperado abrió su mochila y sacó una playera que se puso sobre la cabeza, que para ese momento le ardía hasta la chingada, pues la tenía toda rapada y era más blanco que nada. La cosa es que ya pasado un buen rato se asomó por la escotilla el cabrón del sombrero blanco y nos gritó que subiéramos. Sin esperar más, ni ver el rostro de los dos piratas bien mamados que nos custodiaban, nos paramos y comenzamos a subir por la escalerilla. Mientras ascendíamos nos dimos cuenta que la música había dejado de reproducir un ritmo latinoamericano y ahora se dejaba escuchar un compás africano que desconocíamos del todo, pero que igual motivaba a danzar.
Una vez ya en la cubierta salió a nuestro encuentro un mulato de estatura mediana que hablaba inglés.
-Welcome, Michi-gon –me dijo abriéndome los brazos, pensando que yo era el güey que lo contactó desde México.
Yo recibí el abrazo gustoso, sin dar ninguna explicación de mi identidad, pues era la primera muestra de afecto que recibía desde hacía un buen rato y no quería que una impertinencia mía rompiera el encanto.
-This is your home Michi-gon. Do what you fucking want –me dijo, con ese acento de inglés africano, tan difícil de entender al principio.
-Thank you very much mister X –así me habían dicho que lo tenía que nombrar. I appreciate your words. Here is my partner. He comes from Germany.
-From Germany! What the fuck! You’re welcome too –y lo abrazó igualmente.
La verdad es que al comienzo me sorprendió mucho ese recibimiento tan efusivo que contrastaba con el trato frío y seco del cuate de sombrero blanco, el cual seguía parado al lado de nosotros, impasible, sin hacer siquiera un gesto. Pronto me di cuenta, sin embargo, que el dichoso Mister X olía fuertemente a alcohol. Se veía que tenían un pinche guateque del demonio, en el piso inferior del barco.
-Come in, follow me –nos dijo el pinche Mister X y se introdujo por la puerta que conducía a los pisos inferiores, a donde lo seguimos contentos.
Cuando llegamos al lugar exacto nos quedamos con la boca abierta. ¿Ese era un pinche barco pirata? ¡No me chinguen! Parecía más bien una pinche mezcla entre un casino de las vegas y un burdel de lujo. Allí había pieles de todos los colores y sabores, vestidas de la manera más elegante, que de sólo verlas se le paraba a uno el corazón. El pinche Michael y yo no pudimos reprimir la sonrisa que se extendió de oreja a oreja por nuestros rostros y que delató en seguida todas nuestras intenciones más perversas. El Mister X se cagó de la risa al ver nuestras caras maliciosas.
-Choose your girls, boys, choose your girls –nos gritaba entre carcajadas.
El pinche Michael estuvo a punto de bajarse ahí mismo los calzones, ya sin ningún pudor y valiéndole madres quién estuviera presente, para agarrar a la primera muchacha que se encontrara y fornicar con ella a la vista de todos, si no lo hubiera retenido de pronto, recordándole cierta prudencia.
-Espérate cabrón, si no es una orgía –le dije. Se me hace que cada quien se las lleva a su camerino.
Y el pinche Mister X ratificó mi sentencia diciéndole al Micha, “take it easy boy, take it easy”. Primero nos presentó con todos los “piratas”, los cuales sin excepción eran de piel oscura, y luego con las chicas que, como ya dije, eran de todos los sabores y colores. Pronto cada quien eligió la suya (Michael una negra azabache con un culo que estaba a punto de reventar el pantalón que lo resguardaba; yo, con una pelirroja de uno ochenta que si no te fijabas te sacaba un ojo con las chichis) y nos pusimos a beber y a platicar como podíamos, mezclando a lo pendejo palabras en todos los idiomas para hacernos entender lo mejor posible. La cuestión es que lo que tenía que suceder sucedió y cuando salimos de los camerinos donde nos habíamos revolcado como cerdos, allí estaba el grandioso Mister X (para nosotros ya grandioso para ese momento por lo que nos había regalado), con uno de esos rambos negros que los escoltaba con una metralleta imponente. Entonces nos dijo (a partir de este momento reproduzco la conversación solamente en español, para evitar cualquier barbarismo):
-¿Se divirtieron, muchachos? –nos preguntó serio.
-Pues nada más véanos nuestras caras Mister X –le contesté. Me cae que sí se lució, muchas gracias. ¿No sé si quiera de una vez comenzar la entrevista que teníamos planeada, o la postergamos para otro momento?
-No va a haber otro momento –nos dijo. Debe de ser ahorita.
La respuesta nos sorprendió un poco. Su rostro estaba algo cambiado, no tan alegre como poco tiempo atrás. Sea como sea, sin detenernos a pensar mucho en ese cambio repentino, lo seguimos hasta la proa donde había algunos asientos dispuestos. Los tres nos sentamos (el escolta se quedó parado).
-Antes que nada Mister X –le dije–, tengo que confesarle algo.
Mister X se quedó viéndome un tanto intrigado.
-La verdad es que yo no soy Michi-gon, sino tan sólo un corresponsal del diario que él dirige, Michingonada. Creo que es mejor que lo sepa de una vez, para evitar cualquier confusión posterior.
-¿Cómo, no eres Michi-gon? ¿Entonces este güey (en verdad dijo guy) no es tampoco el Meiners?
-No, para nada. Él se llama Michael. Los dos venimos sólo como corresponsales, para hacerle una entrevista exclusiva.
-¿Entonces ustedes se comieron a las dos chicas que estaban destinadas para ellos?
-Pues la verdad lo hicimos sin saber que nada más eran para ellos, Mister X –le dije.
-Pues, bueno –nos dijo–, eso es lo de menos. Si los güeyes no vinieron es su pedo (en realidad, dijo problem), no de ustedes. Ustedes las disfrutaron y lo demás es historia… Pero, a ver, díganme, ¿para qué quieren una entrevista con nosotros?
-Bueno, lo que sucede es que entre los editores de Michingonada generó un poco de extrañeza el encontrar en el mapa internacional una señal proveniente de la costa africana. Por eso se comunicó Michi-gon con ustedes, para saber qué les hizo interesarse por la página de Michingonada.
-¿Eso es todo?
-No, no sólo. El hecho es que al saber que se trataba de piratas somalíes nos pareció interesante entrevistarlos para saber por qué se dedican a esta actividad y cuáles son sus intenciones o planes a futuro y publicar, por supuesto, todo eso en el periódico.
-Ah, okay, lo entiendo.
-Entonces díganos, Mister X –intervino repentinamente Michael, que hasta ese momento había permanecido callado. ¿Por qué se interesó por la página de Mis chingones?
-Sinceramente yo he revisado pocas veces esa página. Quien la ha checado más es uno de los muchachos que sabe algo de español. La cuestión es que, según sé, el chico estaba tratando de encontrar una página porno de chicas de Michigan, pero al estarlo haciendo escribió mal el nombre del lugar y puso Michigon, por lo que apareció de repente en el buscador la opción de la página de Michingonada, a la cual se metió porque reconoció palabras en español. Desde entonces la revisa de vez en cuando, porque dice que en ocasiones tiene cosas chistosas, pero obviamente yo no entiendo nada. Lo que sí, es que cuando Michi-gon hizo el contacto con nosotros, me comentó lo de una entrevista y como el güey me cayó simpático, pues se la concedí. Eso ayudará también a cambiar la percepción que la gente tiene de nosotros. Porque gracias a la medios de comunicación se nos ve como unos monstruos desalmados, pero no somos nada de eso.
-Así que sus piratas se dedican a revisar páginas pornos por internet.
-¿Y para qué otra cosa sirve el internet? Además, la vida de un pirata es muy solitaria…
-Ahí sí discúlpeme, Mister X –interrumpió Michael–, pero eso de “vida solitaria” como que no se lo creo. ¿Y todas estas chicas y el ambiente de casino? Como que esto no luce muy triste…
-Sí, claro – dijo Mister X. ¿Pero de dónde crees que sale todo eso? Hay que chambearle (en verdad, usó la palabra work) para luego darse estas escapaditas. Durante la mayor parte del año nos la pasamos robándole el petróleo a los barcos de las grandes empresas, para luego venderlo en el mercado negro. De ahí, con lo que se junta, nos agarramos dos meses para recorrer toda África, yendo puerto por puerto, eligiendo a las mejores muchachas de cada lugar y dándonos la gran vida durante este tiempo. Pero, después, regresamos al trabajo, que es muy duro.
-Ah, canijos –le dije. O sea que ustedes son piratas durante diez meses del año y después, los siguientes dos, se montan su burdel particular con chicas de todo el continente. No, pues eso sí que es una buena idea… Por eso los encontramos ahora en Ghana.
-Así es, pero esto ya llega a su fin. Justo Michi-gon nos localizó cuando estábamos al final de nuestro recorrido. Ahora tenemos que regresar a Somalia, porque allí uno puede hacer lo que se le hinche a uno la gana. Casi como en México, mi estimado, con el Felipe Calderón.
-O sea que, a pesar de haber revisado poco la página, le ha servido de algo la información de Michingonada –le comenté.
-Pues ya ve, mi buen, para algo ha servido leer esa página. Con la información que nos dan, ya hasta se nos está antojando ir a trabajar allá. Imagínese, le robamos el petróleo al pinche PEMEX que ya está casi privatizado, los vendemos, y luego nos vamos dos meses de puerto en puerto, recogiendo a las mejores chicas de Latinoamérica. ¿Qué le parece?
Al pinche Michael y a mí se nos pusieron los ojos cuadrados de pura alegría.
-No, pues la neta si lo hace, cuente con nosotros de inmediato como nuevos piratas –intervine.
-Yo hasta hago base en Brasil y Argentina –dijo el pinche Michael, nada pendejo.
El Mister X se cagó de la risa de nuevo.
-¡Ah, qué muchachos estos! Pues dicho y hecho. Si tomamos la decisión les informamos de inmediato. ¿Acordado?
-¡Acordado! –dijimos los dos al unísono, como si ya fuéramos piratas y estuviéramos bajos sus órdenes.
Así terminó la breve entrevista con Mister X, capitán de un barco diez meses pirata y dos meses burdel marítimo. Durante la noche que permanecimos ahí nos trataron muy bien y al día siguiente nos condujeron al mismo puerto de donde habíamos zarpado el día anterior. Nos quedamos todavía una semana más en Ghana y disfrutamos mucho de ese bello país africano. Luego regresamos a Alemania, cada quién a sus actividades. Nos encontramos sólo una o dos veces por semana, pero cada que lo hacemos nos preguntamos si alguno de los dos ha recibido información sobre el proyecto de piratería en las costas de México. Hasta la fecha no hemos recibido nada, pero la verdad es lo único que esperamos con todo el corazón durante el transcurso del tiempo. Como dicen en Peter Pan: no cabe duda que la de un pirata es la vida mejor.
Aquí les dejo una bonita postal de la banda pirata de Mister X para Mischingones .
¡Saludos para la banda que colabora y sigue La Michingonada!
La banda pirata de Mister X
Vaya, ca por fin el tan esperadu teisto, me trajiste con el jesus en la boca gracias broder. Nos escuchamos mañana por el skype. Ahora me dirijo a leerlo no podía esperarme a comentar jejeje.
JAJAJAJAJAJAJA Ya lo dijo piter pan caray. No pos de la que se perdió Michi.gon. ¿El de la foto es Mister X? esperamos más crónicas pronto y colaboraciones suyas.
Excelente, misión cumplida michingón ahora si desquitaste tu salario, pronto madaré un bono por arriesgar el pellejo en nombre de este grupo editorial. Que bueno que expandiste las fronteras de Michingonada. Esperamos que el Mijaíl no se raje en la próxima aventura que te encargaremos.
Si se unen a la banda pirata de Mixter X avisan pronto como se enlisten en sus filas.
Hasta la próxima y una vez más gracias.
jajaja la referencia al gayners...
A MIJAIL-MICHEL Y A USTED felicidades por arriesgarse en este proyecto!
BIENVENIDAS LAS TROPAS DEL BARCO PIRATA DE MISTER X EN MEXICO!!!!
Que bien que regresaron con bién, nos tenian ya con los teléfonos de las compañias de seguros listos para comenzar los trámites.
La verdad yo creo que si les dieron violín, pues los piratas no perdonan, pero les da pena decirnosló.
Yo quiero ir de vacaciones con algunos de estos tios, me hago pasar por el michingón, no hay pedo, para que no descuide su trabajo ese cabula.
Que buén pedo de historia.